sábado, 19 de septiembre de 2020

LA ECONOMÍA O LA VIDA. Però la Revolta!

 Madrid no se puede confinar. Sería un desastre económico. Palabras más, palabras menos, fueron los titulares de noticieros de ayer, tras la estrambótica rueda de prensa de los tres mosqueteros al frente de la pandemia en la capital del reino: su presidenta por la gracia del señor Casado y muchos votantes; el vicepresidente de esa comunidad por la gloria del partido Cs. y el Consejero al frente de Sanidad.

Este último es quien más tartamudeaba y se enroscaba entre los papeles que le dictaban las palabras. Palabras escritas durante horas y horas que retrasaban la ansiada comparecencia, un viernes a las 5 de la tarde. Nunca mejor dicho lo de ansiada porque contra todo pronóstico, la señora presidenta se presentó sin haber tomado ningún relajante muscular, ningún ansiolítico. Al menos eso reflejaba su lenguaje gestual y corporal. Solo un exceso de maquillaje en las mejillas que la ponían aún más colorada y una respiración al borde del desmayo.

Luego, el vicepresidente, sudado y repetitivo esgrimió el discurso más tópico del mundillo político: el de la ambigüedad. No busquemos culpables, queremos unión, ahora tenemos que ir juntos hacia la solución, el Estado debe apoyarnos y la gente irresponsable que no cumplió con la cuarentena. Es decir, sin culpable más dos señalados: la clase trabajadora que presta su servicios a las clases más pudientes y el Gobierno central que estuvo distanciado desde que empezara esta especie de tragicomedia que es la gestión del virus en cada país del planeta.

Yo estaba con la boca, a ratos abierta a veces hablando, murmurando; mi mano pasando por mi frente y pensando o esperando a ver quién de los tres se infartaba primero. 

Más o menos así transcurrió la tarde del viernes mientras las autovías de Madrid colapsaban de coches, antes de las 4 de la tarde. Puede que fueran personas que trabajan en el centro y volvían a sus casas. Y llovía. No sé si es lo más relevante de esta obra que pareciera escrita por Valle Inclán.

El Twiter ardía en llamas y las destinatarias de las medidas extremas, se preparaban para acudir a la Puerta del Sol a las 20h para exigir Sanidad y menos pizza y curas. Y lo que no sucedió: la dimisión de la joven Ayuso.

Entre tanto, las cabezas repetían en caracteres lo más asombroso de esas medidas: salir a trabajar, a los colegios, a apostar, a la farmacia, a la compra de los víveres...pero los parques se cierran y no se puede estar fuera de casa a partir de las 10 de la noche. Porque los contagios y la propagación del virus son en el ámbito casero y de confianza. No en los metros y trenes, no en las casas de apuestas, no en las aulas, no limpiando casas, bares, etc.

Se me queda la página en blanco. Podría terminar aquí y asomarme a la ventana del mundo a ver quién está en las calles ahora mismo haciendo defensa de su propia vida.

Pero es sábado, casi toda la gente comiendo y cansada. Sobre todo, cansada, harta, hastiada. Pero aún sin reacción de peso, significativa y novedosa.

"El dret a la revolta quotidiana -no voll dir que només sigui en el racó silenciós del nostre pensament- és el únic dret, i indret, que en última instància garanteix la supervivència. Mai no podem desesperar. La desesperació és un suïcidi segur. El dret a la revolta escapça de soca-rel la mateixa desesperació que acabaria amb la pòpia existència..." dijo Josep Dalmau en el año 1971en un libro que no pudo ser publicado por no ser conveniente.

Ahora en mi escritorio, La Revolta de cada dia, editado en 2012 por Llibres de l' Índex, me acompaña no solo para continuar el aprendizaje de la lengua de mi padre valenciano; también me sirve para alertar a quienes creen que la alquimia o la magia nos sacará de esta.

...No captem el dret de viure.

Dret que no es compra ni es ven:

Poble que mereix ser lliure,

Si no l'hi donen, s'ho pren.!

Jaume Cullell, 1888. Exposisió Universal de Barcelona, premi de poesia en un Jocs Florals.


A veces solo hay una respuesta posible a un problema. Sobre todo, si el problema parece irreversible y amenaza más a la vida que a la economía.


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