martes, 27 de marzo de 2012

Primera crónica

El personaje del microrrelato finalmente comprendió lo que había cambiado en esos años.
Él mismo, evidentemente.
Así que aquél olor no se relacionaba necesariamente con el sentido del olfato sino más bien con un aire común que casi todos respiramos.
Aunque ahora comenzaría a distinguir a cada persona dentro del mismo mundo de oxígeno compartido.

Logró habitar en un sitio abierto, sin puertas ni ventanas. Especie de terreno abandonado donde acomodó lo que ahora serían sus enceres personales, recogidos en distintos contenedores.

Se sentó en su silla y desde allí, como si hubiese estado siempre, miró hacia lo alto.

Contempló y oyó una escena que se producía en un piso cualquiera de un edificio. También cualquiera.

Y "cualquiera" fue el nombre que le puso a una joven que insultaba a su padre y le increpaba de la forma más reprobable.

Escogió otro vocablo. "Desgraciada"

Desgraciados los sujetos que desprecian a sus padres. Desgraciados por siempre. Jamás tendrán una vida feliz.

Concluyó su primer día y decidió que solo ese instante atestiguado era suficiente como para apagar las velas y volver a meditar en la oscuridad.

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